jueves, 21 de octubre de 2010

LA TERAPIA MUSICAL INDIA Y LA CREENCIA EN LO SOBRENATURAL



LA TERAPIA MUSICAL INDIA Y LA CREENCIA EN LO SOBRENATURAL


Frandes Densmore, una de las más conocidas autoridades en las
costumbres indígenas, escribe que “el primer propósito de la música india
ha sido designado frecuentemente como invocar a los espíritus de la tierra
por ayuda o para pedir auxilio sobrenatural”.

Entre los primeros indios predominaba el pensamiento que la música era
esencial para la demostración de los poderes sobrenaturales. La música,
por lo tanto, llegó a ser parte importante del equipo de hombre que cura,
éste ocupaba el honorable rol de sacerdote y médico para su tribu. El
hombre que cura debía probar que poseía los poderes del mago o
hacedor de milagros antes de pensar ser calificado para el oficio de
curandero. Ya que los indios creían que la curación se hacía por la
intercesión de espíritus celestiales y desencarnados el curador
necesariamente debía ser capaz de contactar a estos seres de otro
mundo. La música se usaba como puente entre los planos. Así vemos por
qué el concepto indio de la música era religioso en naturaleza, y la música
considerada un arte sagrado. Sus gustos no se inclinaban hacia la música
secular, aunque la música india expresaba todo tipo de sentimientos y
emociones, e incluía canciones narrativas y cánticos de guerra. No
obstante, la naturaleza esencial de la música era sagrada, y aún en los
tiempos modernos la música secular es mirada con desprecio. La música
estaba dedicada a las necesidades espirituales del individuo, y a la
curación; no a las pasiones y glorificación de la persona.

A través de su estrecha armonía con la naturaleza el indio es un
clarividente nato, la segunda vista viene a él en forma natural. En el
curandero esta facilidad nativa se intensifica por medio de una vida muy
disciplinada incluyendo prolongados períodos de ayuno y oración
meditativa.

Numerosas alusiones a rituales de curación ocurren en las canciones
tribales; y de éstas parecería que los curanderos estuviesen conscientes de
un ensamblaje plano- interno que era una fuente común de poder para los
curanderos de todas las tribus. Esta misteriosa Corporación Central de los
planos internos estaba simbolizada por una caracola blanca, y se hacen
frecuentes referencias a los poderes milagrosos de este talismán.

La fe es fundamental para todos los procesos curativos. Los rituales indios
de curación muestran esto muy claramente. Las canciones usadas en el
tratamiento de la enfermedad por lo usual se dividían en dos partes, una
descriptiva de los místicos poderes del curandero y la otra una afirmación
de certeza que el paciente recuperaría su salud. Tenemos un ejemplo de
esto en las palabras de una antigua canción curativa Chippewa: “Sanarás,
caminarás otra vez. Soy yo quien lo dice y mi poder es grande. Por nuestra
Caracola Blanca te haré caminar otra vez”.

Las palabras de tales canciones se repetían varias veces, fuertemente y
con gran solemnidad, mientras el curandero aplicaba lociones de hierbas
a las heridas o contusiones, o usaba las magnéticas emanaciones de sus
manos. A menudo era asistido por su esposa, ambos cantando al
acompañamiento del tambor y del sonajero.

En los ritmos de su música yace su eficacia. Las entonaciones de poder y
los rítmicos compases variaban en el tratamiento de los diferentes males.

¡Aquí hay un fértil campo de investigación para el terapista musical! Como
la civilización india se retira ante la civilización del hombre blanco, mucho
del antiguo conocimiento se ha perdido y olvidado. Muchos de los cantos
curativos están aún ahora casi más allá del entendimiento. Su profunda
significación oculta se ha perdido. Frances Densmore lo expresa bien
cuando dice que “el indio antiguo, llevándose su música con él, está
pasando tranquilamente al Gran Silencio”.

Los miembros más ancianos de varias tribus comprenden algo de los vastos
poderes ocultos que acompañan al correcto uso de sus canciones, y éstas
son reverencialmente pasadas de una generación a la próxima. Hay un
decir entre ellos que las viejas canciones eran “recibidas en sueños”
mientras las nuevas son compuestas. Es deplorable que prácticamente
ninguna música esté ahora siendo “recibida en sueños” a la manera
antigua; y la razón es que pocos jóvenes modernos están dispuestos a vivir
la disciplinada vida de renunciación necesaria para tal comunicación
plano-interna.

Se pensaba que todas las canciones curativas eran de origen sobrenatural,
muchas vinieron a los curanderos en visiones o sueños.

Al neófito que llegaba a la gran Corporación Curativa buscando ser un
sacerdote le imponían diversas pruebas, y sólo después de haber pasado a
través de varios grados iniciáticos, recordatorio del trabajo de Templo de
Misterio de las antiguas civilizaciones, podía ser admitido en la Comunidad.

Todos los de la tribu traían conocimiento de esta Asociación, pero las
técnicas en cada tribu tendían a ser el secreto de la tribu, y fueron
transmitidas en dibujos y signos que podían ser descifrados sólo por los
miembros de esa única tribu. Cada tribu recibió sus propias enseñanzas
sagradas y éstas fueron guardadas íntegras para beneficio e iluminación
de la tribu.

Como lo notamos previamente, las canciones curativas eran cantadas o
entonadas con el acompañamiento de un tambor o sonajero; a veces se
empleaban ambos, y en el tratamiento de ciertas enfermedades se
usaban las notas de una flauta. El tambor poseía un profundo significado
espiritual. Sus decoraciones eran simbólicas, a menudo representando los
medios por los cuales un curandero hacía contacto o se comunicaba con
su maestro desencarnado y el grado de Iniciación que había alcanzado. El
sonajero también era un instrumento sagrado, se usaba sólo en ceremonias
religiosas y en el tratamiento de enfermos.

Es un hecho digno de observación que el método indio de terapia musical
hacía hincapié casi exclusivamente en el uso de los instrumentos de
percusión. Por el contrario, las técnicas modernas prohíben su uso en una
sala de tratamiento. En los tiempos antiguos los instrumentos de cuerda
eran casi desconocidos para los indios mientras hoy se ha probado que las
cuerdas son más efectivas para tratar la enfermedad, como muchos
funcionarios de hospital darán testimonio. Debemos volver a los ocultistas
para una satisfactoria explicación de este contradictorio procedimiento.

El hombre es mucho más de lo que parece ser a nuestra limitada visión
física. El posee una serie de tenues cuerpos altamente eterealizados que
interpenetran su densa forma física. Con cada nueva generación estos
finísimos vehículos obtienen mayor sensibilidad. Es sólo el más insensato, la
persona más materialista cuyos nervios pueden resistir el choque de un
prolongado impacto de instrumentos de percusión exclusivamente. La
excesiva placidez en el temperamento del indio antiguo necesitaba la
aceleración mientras la naturaleza sobre emocional del hombre moderno
requiere una influencia calmante y tranquilizadora. Ciertamente, en las
palabras del poeta, “La música tiene encantos…”. Existe un antídoto
musical para cada tipo de enfermedad humana. Los instrumentos de
percusión despiertan y estimulan. Las cuerdas calman y relajan. La magia
de curar con música es universal y sus bendiciones pertenecen a las Eras.

Lo sobrenatural construye en gran parte los conceptos sobre los cuales
descansa la civilización y la cultura india. Las creencias específicas varían
con las diferentes tribus aunque fundamentales son similares. De acuerdo
con los conceptos Navajos, el encarnado y el desencarnado están tan
estrechamente unidos que son agrupados como una clase, designados
como “La Gente de la Superficie Terrestre”. El Pueblo Santo es de una
orden más elevada, a saber, Maestros o Hermanos Mayores. Los indígenas
les atribuyen muchos poderes y facultades que no pertenecen a nuestro
mundo ordinario. Se cree que ellos controlan los elementos, caminan sobre
el arcoíris, y realizan muchas otras hazañas sobrenaturales.

La visión extendida y las facultades suprafísicas son comunes entre los
individuos, su íntima comunión con las entidades desencarnadas es
reconocida casi universalmente. La creencia general entre todas las tribus
es que parientes y amigos, con sólo un leve cambio en apariencia o forma,
aguardan la defunción del viviente, listos para acompañar al recién
fallecido a través de su período de ajuste al otro lado de la vida.

La Deidad más elevada y favorita entre los Navajos es “La Mujer
Cambiante”, siempre joven y hermosa. Ella habita en medio de las aguas
occidentales. “El Camino de Bendición”, la ceremonia más importante de
estas personas, es un ritual descriptivo de cómo ella enseña al más
avanzado Pueblo de la Tierra a controlar el fuego, el aire, el agua y la
tierra, y a permanecer en armonía con todas las fuerzas de la naturaleza.

“El Camino de Bendición” es sólo otro nombre para la Iniciación. A través
de su poder los celebrantes entran en íntima relación con la Mujer
Cambiante, la esposa del Sol, y son capaces de contactar a voluntad a
otros miembros del Pueblo Santo.

Un rasgo prominente del ceremonial del “Camino de Bendición” es la
elevada reproducción de la Mujer Cambiante, llamada “pintura seca”.

Esta copia hecha de pétalos de flor molidos y del polen de maíz; debe
hacerse sólo en las santas estaciones especificadas en áreas
especialmente consagradas, el trabajo se hace con el acompañamiento
de música por un músico definitivamente consagrado. En todas y tales
copias es obligatorio usar los cuatro colores – blanco, azul, amarillo y negro.

Estas pinturas secas de su gran Deidad femenina se destacan para este día
en cada lugar donde son observados los Ritos del Camino de Bendición. En
todas las familias bien organizadas se efectúa este ritual al menos cada seis
meses, y más a menudo si hay crisis o emergencia.

Las copias sagradas son combinadas con “los Cantos de Curación” del
curandero en su tratamiento de toda clase de enfermedades. El régimen
para ambos, practicante y paciente, es muy estricto, demandando
continencia sexual, un comportamiento serio y meditabundo, y mucho
tiempo dedicado a la reflexión y la oración.

La más significante entre todas las tribus es la Iniciación de la Pubertad
otorgada a niños y niñas de siete a trece años. Dos neófitos o estudiantes
del curandero son enmascarados, uno en blanco y el otro en negro. Los
niños son colocados en formación de luna nueva alrededor de un fuego
sagrado, los niños al norte, las niñas al sur. Son entonces escoltados, uno
por uno, para hacer frente a los dioses (hombres enmascarados) . El
enmascarado blanco marca los hombros de cada niño con harina de
maíz sagrada al acompañamiento de una misteriosa y lastimera canción
interpretada por el enmascarado negro. Este golpea las marcas de harina
sobre los cuerpos de los niños con algunas cañas amarradas, cambiando
completamente los tonos y el ritmo de su canto al hacerlo. En el caso de
las niñas, las cañas son sustituidas por mazorcas llevadas en cada mano y
presionadas contra las marcas de harina. El enmascarado negro coloca su
máscara sobre el rostro de cada niño en turno, y le ordena a él o ella mirar
siempre hacia arriba para un continuo contacto con el Pueblo Santo – éste
es el propósito de todas las Iniciaciones, antiguas y modernas. La caña
usada para tocar ciertos centros espirituales a ser despertados dentro del
futuro iniciado representa al báculo o varita mágica dentro del canal
espinal; la mazorca simboliza al sagrado poder andrógino atribuido en
ciertas enseñanzas de misterio al Divino Femenino.

La moda y costumbres de las variantes civilizaciones cambian con el paso
de las centurias, pero las simbólicas ceremonias permanecen iguales. Las
dos escuelas principales de ceremonias en el mundo moderno retienen
mucho del antiguo ritual. Los cuatro colores santos de la pintura seca, el
fuego sagrado, el viaje hacia el Este son todos sugestivos de la Masonería.

El homenaje a la Mujer Sagrada y el Camino de Bendición son recordativos
de la adoración de la Señora en la Iglesia y el uso protector del rosario.

Cierto es que aunque tiene machas facetas, la Verdad es una.

Entre las primeras tribus Sioux la observancia de la pubertad era la más
impresionante. A la edad de doce o trece años, y después de una larga y
ardua preparación bajo la dirección de sus padres, un niño soportaba un
severo y prolongado ayuno. Durante este tiempo el joven cantaba una y
otra vez su propia “Canción Visionaria” mientras esperaba pacientemente
por una visión del espíritu Auxiliador quien sería su maestro a través de toda
su vida. Después de la Iniciación, cuando él deseara invocar a su maestro,
sólo tenía que cantar su Santo de Visión para llegar a estar consciente de
esa presencia.

Durante la vigilia, la cara del niño era ennegrecida con carbón para
denotar humildad y dedicación al servicio desinteresado. En una visión se
le revelaba su futuro destino. El se veía a sí mismo como un curandero, un
guerrero o algún otro digno miembro de la tribu, y retornaba al hogar listo
para empezar el entrenamiento según su revelación. La fuerza y nobleza
descritas por la visión concedida al joven se suponía serían incorporadas a
su carácter mediante su propia canción individual. Este, por lo tanto,
llegaba a ser el más preciado don de un indio adulto, que mantenía a
través de su vida entera.

Si no se otorgaba la visión, al joven le esperaba otro período de rigurosa
preparación y luego hacer un segundo intento por contactar a su maestro
espiritual. Al fallar esto, su padre le presentaba una fuente conteniendo
carbón para ennegrecer su rostro y una segunda fuente que contenía
comida simbolizando la comodidad mundana. Si escogía la última
prácticamente se convertía en un excluido de la tribu, pues un hombre sin
una visión o un Auxiliador espiritual era considerado un fracaso, tanto física
como mentalmente.

Frances Densmore entrega una interesante descripción de una antigua
costumbre india prevaleciente entre los Chippewas. Suspendido en un
poste enfrente de varias viviendas indias había un oblongo lienzo blanco
sobre el cual se retrataba en coloreados dibujos a varias aves y animales.

Estas pinturas eran símbolos de sueños o Cantos Visionarios que aun no
habían sido cantados porque el mágico poder de las canciones quedaba
latente dentro de los neófitos quienes no las habían traído a manifestación.

El curandero junto con su música curativa y varios procedimientos
constituyen un fascinante estudio para los estudiantes de ocultismo. Como
ya lo dijimos, la música para curar es siempre de un compás lento y ritmo
sereno extrañamente hipnótico en el efecto. Mientras se le escucha, una
persona intuitiva está definitivamente consciente de su poder sobrenatural.

Las palabras de estas extrañas canciones son repetidas una y otra vez. Una
de ellas entona: “Trabajando en la noche levanto a la persona que está
enferma. Tengo el poder de la medicina”. Cuando se aproxima la muerte
él hace uso de los ritmos más misteriosos en un intento por mantener al
espíritu en su cuerpo tanto tiempo como sea posible.

Un curandero debe invocar a sus Auxiliadores invisibles de cierta manera
prescrita de otro modo ellos rehusarán venir en su ayuda. El se deja atar de
pies y manos con firmeza, y luego es colocado en su tipi, usualmente ante
un fuego sagrado. Entonces canta sus propias canciones medicinales
individuales hasta muy entrada la noche. Si los Auxiliadores se inclinan a
responder en forma favorable a sus peticiones, una ráfaga de viento
moverá violentamente el tipi y se oirán voces advirtiendo al curandero y
aconsejándole cómo proceder en su trabajo de restauración. Liberado de
sus ataduras, pasará a indicar que los poderes han sido investidos en él
para servir a otros.

* * *

LA MÚSICA
nota clave de la evolución humana
por

Corinne Heline

Traducido por el
Centro fraternal Rosacruz de Santiago,
Chile

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